Como se puede leer en otras entradas del blog, ya he sido profesor de español y otros idiomas en varias ocasiones. Cuando era profesor de clases particulares, realmente no tenía que evaluar gran cantidad de contenido de los alumnos, pues en su mayoría eran estudiantes que necesitaban un refuerzo y no debían conseguir ninguna nota en nuestras clases. A pesar de ello, sí que corregía y evaluaba el progreso de estos alumnos, sobre todo en lo que a redacción escrita se refiere.
Durante mi estancia como profesor en la University of Guelph en Canadá, mi función principal se centraba en la lengua oral. No obstante, también tuve que evaluar ejercicios escritos, aunque estos no abundaran. Tuve que evaluar en diversas ocasiones las presentaciones en español realizadas por los alumnos. En esta situación, no debía centrarme únicamente en la producción oral de la lengua, sino que también debía analizar y evaluar el contenido expuesto y la forma de transmitir la información delante de un público. Eran varios factores que, sumados, dificultaban la elaboración de una nota final. Mi forma de evaluar estas intervenciones, al ser orales, se basó en la toma de notas de cada uno de los alumnos, para su posterior análisis y evaluación. Desde un punto de vista reflexivo y autocrítico, fue bastante difícil crear un sistema en el que no se viera favorecido ni perjudicado ninguno de los alumnos. Pero, sobre todo, fue realmente complicado conseguir una baremo en el que se viera reflejado tanto el esfuerzo, como la expresión oral y la información tratada. El resultado final fue bastante bueno, aunque durante las correcciones comparé notas de los distintos alumnos y comprobé que intervenciones que habían sido realmente buenas habían bajado mucho la nota por errores lingüísticos y viceversa.
Fue una experiencia muy interesante, que además me hizo ver algunas diferencias culturales entre la enseñanza en Canadá y en España. Algunos de los alumnos preferían no recibir feedback tras finalizar la exposición. Muchas de las aportaciones que incluía en esas evaluaciones en voz alta, eran críticas constructivas que quería compartir con toda la clase para que esos errores no se volvieran a cometer. Aún así, muchos de los estudiantes se sentían en cierto modo asustados por el hecho de recibir comentarios en voz alta.
La principal tarea de evaluación que tuve que desempeñar en este periodo fue la creación de unos exámenes orales para los alumnos. Siguiendo algunas instrucciones y recomendaciones de mi supervisora, creé un archivo con varias preguntas relacionadas con los diferentes temas que se habían estudiado en clase. Principalmente, intenté desarrollar preguntas que obligaran al alumno a utilizar distintos tiempo verbales y diferente léxico, para comprobar su nivel. En esta ocasión el resultado fue bastante más positivo y, analizándolo ahora, considero que puedo estar contento con el repertorio de preguntas creado y la forma de distribuir los temas entre los alumnos que iban entrando por parejas en la clase para realizar el examen.
A pesar de las experiencias anteriormente expuestas, creo que aún no sé demasiado sobre evaluación y realmente espero que esta asignatura aporte nuevos conocimientos, estrategias y técnicas que me permitan evaluar a los alumnos de forma objetiva.
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