jueves, 25 de enero de 2018

Reflexión sobre la mercantilización del español según el artículo de Bruzo (2017)

El auge del interés por la cultura hispanoamericana y su lengua en los últimos años ha disparado notablemente la oferta de puestos de trabajo como profesores de ELE.
Durante la crisis económica mundial, muchos han sido los trabajadores que se han visto obligados a huir del paro y la escasez económica en España y encontrar refugio en el extranjero. Uno de las ciudades más comunes como destino laboral para los españoles es Londres. Hoy en día es muy normal que todos tengamos conocidos, familiares y amigos que, viéndose en esta situación, hicieron la maleta y buscaron un mejor futuro en estos lugares. No obstante, no siempre la meta se cumple de forma tan sencilla y se ven obligados a trabajar en puestos precarios, como la hostelería. Algunos de los más afortunados han podido encontrar trabajo enseñando su lengua materna y encontrando así una mejora sustancial en su situación económica.
Es evidente que la creación de una empresa busque conseguir beneficios económicos, pues esta implica una inversión. Tras la lectura del artículo, queda claramente plasmado cómo las empresas y el gobierno español han intentado sacar su tajada del auge del español en todo el mundo. Además, podemos observar cómo invertir en la enseñanza del español es una inversión relativamente segura. Para el beneficio de la sociedad, es positivo que se invierta en este tipo de atractivo turístico. No obstante, hemos de aprender de los errores de la economía de la sobreexplotación y no permitir que este boom termine colapsado y en bancarrota como el negocio del ladrillo. Ante este hueco en el mercado, el gobierno español supo reaccionar a finales del siglo pasado y se hizo con el oligopolio de ELE. A pesar de ello, otros países latinoamericanos también se ven beneficiados por esta inversión ibérica, ya que muchos de los estudiantes de español están interesados o negocian directamente en el mercado latino.
Es una lástima que los países de Latinoamérica no inviertan tan a gran escala en este tipo de mercados que pueden colaborar en el crecimiento económico del país. Es comprensible que frente la influencia del Instituto Cervantes y las diversas organizaciones lingüísticas del español, que poseen tanto poder tanto en España como en el resto de países hispanoparlantes, sea difícil competir. En otras palabras, "ELE es una empresa eminentemente española". Pero esto acarrea la imposición del imperialismo lingüístico, tal y como se muestra en el artículo, pero también el imperialismo económico, que enseña una vez más cómo su creación de monopolios se exporta a otros países para apoderarse de todo su mercado (pese a los beneficios que esto les traiga a ambos).
El principal problema de esta visión mercantilista de la lengua, que nos impone el pensamiento neoliberal, es la eliminación del lenguaje como un símbolo identificativo de cultura y país. Según el texto, "de ver las lenguas como signo de identidad y de orgullo nacional, se ha pasado a verlas como recurso". Ese recurso del que habla Bruzos (2017) omite toda la carga didáctica, formativa, cultural, identitaria e incluso personal de la lengua, para convertirla en simple materia prima que explotar a favor del capital de los inversores.
El mercado capitalista pretende incorporar esta noción del lenguaje en el sector turístico y empresarial, centrando su enseñanza en cursos para las élites, como podemos comprobar en el artículo:
"En estos informes programáticos, el sector es articulado en términos puramente económicos e instrumentales, sin contemplar en ningún momento su finalidad educativa. De hecho, la  proximación a cuestiones curriculares se limita a propuestas como “[incorporar] en sus planes de estudio nuevos programas formativos de temática específica … como son los cursos para  ejecutivos, el español plus (golf, tenis, vela, gastronomía)” (FEDELE, 116)."

Los profesores de ELE debemos luchar contra esta concepción del lenguaje que olvida todos los aspectos que envuelven a la lengua y se concentra en la explotación del máximo beneficio posible. La lengua no se puede entender fuera de contexto, de la misma forma que tampoco se debe enseñar fuera del mismo.
Este ejemplo anterior me recuerda cuando estudié interpretación de conferencias y dentro del contenido nos centrábamos más en los términos referidos al golf y a las actividades de ocio típicas de los grandes empresarios y no tanto en el contenido de la empresa y sus interacciones.
Si permitimos la desvalorización de la lengua, como elemento que engloba un gran conglomerado de personas, culturas e identidades distintas, a favor del objetivo único de la obtención de capital, estaremos favoreciendo el siguiente paso que llevan a cabo las empresas de ELE que se encuadran dentro de estas características. Este paso es la contratación de personal no preparado académicamente para desenvolverse en un aula de ELE. Este perfil de trabajador suele ser un hablante nativo que se dedica a otra actividad laboral y consigue este tipo de contrato, como el ejemplo del camarero que se exponía al principio. El problema principal de estas contrataciones no es tanto el intrusismo laboral, como la situación de precariedad que estas acarrean. Demasiadas son las ocasiones en que estas empresas de ELE deciden contratar esta mano de obra para ahorrarse dinero, pagándoles menos de lo que se debería pagar a alguien con este tipo de formación. Esto, provoca la caída en la calidad de la enseñanza de la lengua, además de favorecer una situación de trabajo precario; todo en nombre del capital.
Estas acciones terminan traduciéndose a nivel didáctico en el empeoramiento de las aptitudes lingüísticas de los estudiantes de español como segunda lengua y, a nivel social, en la creación y normalización de una sociedad de trabajadores explotados y trabajo precario.
Dentro del gremio de los profesores de ELE, no todos tienen la misma formación y con este texto no pretendo señalar a esos que no la tengan. Un buen profesional puede no haber cursado un máster de enseñanza de ELE. No obstante, esa formación garantiza un mayor nivel de conocimiento de la lengua y de la didáctica en general y se debería intentar implementar un sistema en el que los trabajadores muestren ciertas credenciales más allá del mero hecho de hablar la lengua. Pese a ello, si un trabajador demuestra ser capaz, independientemente de si viene de un trabajo de camarero o de cualquier otro sector, habrá que luchar porque nuestro terreno laboral nos asegure una estabilidad económica y no únicamente los beneficios del empresario. Desde mi punto de vista, ese será el principal enemigo a batir. Una vez hayamos conseguido eso, podremos analizar el mayor o menos nivel de intrusismo en la profesión y sus consecuencias.
Cabe destacar que a pesar de la confianza que intentar poner en el sector todos los políticos y empresarios, las investigaciones y las estadísticas nos muestren lo contrario. Tal y como nos indica Bruzos (2017):
"Uno de los pocos estudios sobre las condiciones laborales del ELE, realizado por Bombarelli, Carrera Troyano y Gómez Asencio (2010), arroja datos inquietantes y que cuestionan el optimismo de discursos institucionales y mediáticos como los que veíamos en el comienzo de este artículo"
Tras analizar los datos recogidos, observamos varios casos de situaciones laborales cuanto menos discutibles, como continuos contratos temporales y puestos de trabajo mal pagados. Sorprende el apunte del autor sobre los escasos estudios sobre el tema. Por ello, me gustaría finalizar animando a que prestemos atención a cómo las empresas tratan a los profesores de ELE y a la impartición de la lengua propiamente dicha, a que nos defendamos entre nosotros y a que denunciemos las situaciones en las que se utiliza la lengua como medio recurso económico. No se puede deshumanizar la lengua y tampoco la sociedad.






Bibliografía:
BRUZOS MORO, A. (2017). De camareros a profesores de ELE: La mercantilización del español y de su enseñanza como lengua extranjera, Spanish in Context, 14: 2: 230- 249.

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