El
auge del interés por la cultura hispanoamericana y su lengua en los últimos
años ha disparado notablemente la oferta de puestos de trabajo como profesores
de ELE.
Durante
la crisis económica mundial, muchos han sido los trabajadores que se han visto obligados
a huir del paro y la escasez económica en España y encontrar refugio en el
extranjero. Uno de las ciudades más comunes como destino laboral para los
españoles es Londres. Hoy en día es muy normal que todos tengamos conocidos,
familiares y amigos que, viéndose en esta situación, hicieron la maleta y
buscaron un mejor futuro en estos lugares. No obstante, no siempre la meta se
cumple de forma tan sencilla y se ven obligados a trabajar en puestos
precarios, como la hostelería. Algunos de los más afortunados han podido
encontrar trabajo enseñando su lengua materna y encontrando así una mejora
sustancial en su situación económica.
Es
evidente que la creación de una empresa busque conseguir beneficios económicos,
pues esta implica una inversión. Tras la lectura del artículo, queda claramente
plasmado cómo las empresas y el gobierno español han intentado sacar su tajada
del auge del español en todo el mundo. Además, podemos observar cómo invertir
en la enseñanza del español es una inversión relativamente segura. Para el
beneficio de la sociedad, es positivo que se invierta en este tipo de atractivo
turístico. No obstante, hemos de aprender de los errores de la economía de la
sobreexplotación y no permitir que este boom
termine colapsado y en bancarrota como el negocio del ladrillo. Ante este hueco
en el mercado, el gobierno español supo reaccionar a finales del siglo pasado y
se hizo con el oligopolio de ELE. A pesar de ello, otros países
latinoamericanos también se ven beneficiados por esta inversión ibérica, ya que
muchos de los estudiantes de español están interesados o negocian directamente
en el mercado latino.
Es
una lástima que los países de Latinoamérica no inviertan tan a gran escala en
este tipo de mercados que pueden colaborar en el crecimiento económico del
país. Es comprensible que frente la influencia del Instituto Cervantes y las
diversas organizaciones lingüísticas del español, que poseen tanto poder tanto
en España como en el resto de países hispanoparlantes, sea difícil competir. En
otras palabras, "ELE es una empresa eminentemente española". Pero
esto acarrea la imposición del imperialismo lingüístico, tal y como se muestra
en el artículo, pero también el imperialismo económico, que enseña una vez más
cómo su creación de monopolios se exporta a otros países para apoderarse de
todo su mercado (pese a los beneficios que esto les traiga a ambos).
El
principal problema de esta visión mercantilista de la lengua, que nos impone el
pensamiento neoliberal, es la eliminación del lenguaje como un símbolo
identificativo de cultura y país. Según el texto, "de ver las lenguas como
signo de identidad y de orgullo nacional, se ha pasado a verlas como
recurso". Ese recurso del que habla Bruzos (2017) omite toda la carga
didáctica, formativa, cultural, identitaria e incluso personal de la lengua,
para convertirla en simple materia prima que explotar a favor del capital de
los inversores.
El
mercado capitalista pretende incorporar esta noción del lenguaje en el sector
turístico y empresarial, centrando su enseñanza en cursos para las élites, como
podemos comprobar en el artículo:
"En estos informes programáticos, el sector es articulado en términos
puramente económicos e instrumentales, sin contemplar en ningún momento su
finalidad educativa. De hecho, la proximación
a cuestiones curriculares se limita a propuestas como “[incorporar] en sus
planes de estudio nuevos programas formativos de temática específica … como son
los cursos para ejecutivos, el español plus
(golf, tenis, vela, gastronomía)” (FEDELE, 116)."
Los profesores
de ELE debemos luchar contra esta concepción del lenguaje que olvida todos los
aspectos que envuelven a la lengua y se concentra en la explotación del máximo
beneficio posible. La lengua no se puede entender fuera de contexto, de la
misma forma que tampoco se debe enseñar fuera del mismo.
Este
ejemplo anterior me recuerda cuando estudié interpretación de conferencias y
dentro del contenido nos centrábamos más en los términos referidos al golf y a
las actividades de ocio típicas de los grandes empresarios y no tanto en el
contenido de la empresa y sus interacciones.
Si
permitimos la desvalorización de la lengua, como elemento que engloba un gran
conglomerado de personas, culturas e identidades distintas, a favor del
objetivo único de la obtención de capital, estaremos favoreciendo el siguiente
paso que llevan a cabo las empresas de ELE que se encuadran dentro de estas
características. Este paso es la contratación de personal no preparado
académicamente para desenvolverse en un aula de ELE. Este perfil de trabajador
suele ser un hablante nativo que se dedica a otra actividad laboral y consigue
este tipo de contrato, como el ejemplo del camarero que se exponía al
principio. El problema principal de estas contrataciones no es tanto el
intrusismo laboral, como la situación de precariedad que estas acarrean.
Demasiadas son las ocasiones en que estas empresas de ELE deciden contratar
esta mano de obra para ahorrarse dinero, pagándoles menos de lo que se debería
pagar a alguien con este tipo de formación. Esto, provoca la caída en la
calidad de la enseñanza de la lengua, además de favorecer una situación de
trabajo precario; todo en nombre del capital.
Estas
acciones terminan traduciéndose a nivel didáctico en el empeoramiento de las
aptitudes lingüísticas de los estudiantes de español como segunda lengua y, a
nivel social, en la creación y normalización de una sociedad de trabajadores
explotados y trabajo precario.
Dentro
del gremio de los profesores de ELE, no todos tienen la misma formación y con
este texto no pretendo señalar a esos que no la tengan. Un buen profesional
puede no haber cursado un máster de enseñanza de ELE. No obstante, esa
formación garantiza un mayor nivel de conocimiento de la lengua y de la
didáctica en general y se debería intentar implementar un sistema en el que los
trabajadores muestren ciertas credenciales más allá del mero hecho de hablar la
lengua. Pese a ello, si un trabajador demuestra ser capaz, independientemente
de si viene de un trabajo de camarero o de cualquier otro sector, habrá que
luchar porque nuestro terreno laboral nos asegure una estabilidad económica y
no únicamente los beneficios del empresario. Desde mi punto de vista, ese será
el principal enemigo a batir. Una vez hayamos conseguido eso, podremos analizar
el mayor o menos nivel de intrusismo en la profesión y sus consecuencias.
Cabe
destacar que a pesar de la confianza que intentar poner en el sector todos los
políticos y empresarios, las investigaciones y las estadísticas nos muestren lo
contrario. Tal y como nos indica Bruzos (2017):
"Uno
de los pocos estudios sobre las condiciones laborales del ELE,
realizado por Bombarelli, Carrera Troyano y Gómez Asencio (2010), arroja datos inquietantes
y que cuestionan el optimismo de discursos institucionales y mediáticos como
los que
veíamos en el comienzo de este artículo"
Tras
analizar los datos recogidos, observamos varios casos de situaciones laborales
cuanto menos discutibles, como continuos contratos temporales y puestos de
trabajo mal pagados. Sorprende el apunte del autor sobre los escasos estudios
sobre el tema. Por ello, me gustaría finalizar animando a que prestemos
atención a cómo las empresas tratan a los profesores de ELE y a la impartición
de la lengua propiamente dicha, a que nos defendamos entre nosotros y a que
denunciemos las situaciones en las que se utiliza la lengua como medio recurso
económico. No se puede deshumanizar la lengua y tampoco la sociedad.
Bibliografía:
BRUZOS MORO, A. (2017). De camareros a profesores de ELE: La mercantilización del español y de su enseñanza como lengua extranjera, Spanish in Context, 14: 2: 230- 249.
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